El maltrato en primera persona: voces de mujeres víctimas de violencia laboral

Se cumplen dos años de la adhesión por ley del Convenio de la OIT para la Eliminación de la Violencia y el Acoso en el Mundo del Trabajo y un grupo de mujeres víctimas de maltrato cuentan su historia.

Las situaciones se repiten: postergadas, subestimadas, con tareas insalubres, cuestionadas y discriminadas, las mujeres son la constante de una violencia laboral que se sostiene a lo largo del tiempo. Sin embargo, con cada vez más impulso se registra un esfuerzo generalizado para terminar con el maltrato en el trabajo y avanzar hacia la igualdad en todos los ámbitos.

El 11 de noviembre de 2020 Argentina ratificó por ley el Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para la Eliminación de la Violencia y el Acoso en el Mundo del Trabajo, con el que se busca generar acciones que permitan avanzar hacia empleos que se basen en la dignidad y el respeto, exentos de violencia y acoso.

Para poner en contexto el alcance de esta medida, en nuestro país, según cifras oficiales, el 62% de las denuncias por violencia laboral fueron hechas por mujeres jóvenes, en su mayoría con poca antigüedad en el trabajo, quienes acusaron por maltrato psicológico principalmente a varones de más de 40 años, sobre todo jerárquicamente superiores.

En un nuevo aniversario de la promulgación de esta norma, la Defensoría del Pueblo bonaerense registró el relato de un grupo de mujeres que cuentan en primera persona el maltrato que recibieron en diferentes ámbitos laborales. Los trabajos son diferentes, pero la violencia siempre es la misma.

“Ordenar es trabajo de mujeres”

“Mi primer trabajo fue en un comercio. Era la única mujer y mis compañeros eran dos varones y el encargado. Cuando había que ordenar el depósito, que no tenía ventilación, en pleno verano me mandaba siempre a mi y ellos se quedaban tomando mate abajo del aire acondicionado. Me decían que lo hiciera yo porque se supone que ordenar es trabajo de mujeres”. (Empleada de comercio).

“Se subestima la figura de la docente mujer”

“Soy docente de nivel secundario y puedo notar que los y las adolescentes suelen percibir de forma diferente la figura del docente varón y de la docente mujer, viendo que tiene más autoridad, más respeto y hasta puede ser más interesante la figura del varón y generalmente se subestima bastante a la figura de la docente mujer”. (Docente secundaria). 

“La ingeniería es cosa de hombres”

“Las mujeres ingenieras naturalizamos desde la facultad que la ingeniería es cosa de hombres, como me dijo un profesor de termodinámica en tercer año. Hace unos años tomé un trabajo como inspectora de obra de fábricas en la Provincia. Al segundo día, mi jefe me dejó en claro que podían salir a inspeccionar dos hombres, o una mujer y un hombre, pero nunca dos mujeres porque las fábricas son un ambiente de hombres y puede pasar cualquier cosa”. (Ingeniera).

“Me acusaron de estar menstruando”

“Trabajo dentro de la administración pública provincial y, en algún intercambio de opiniones con varones dentro de la oficina, cuando me pongo firme o enfática me acusan de estar menstruando como algo despectivo que influye sobre lo que estoy diciendo”. (Administración pública).

Cuestionada sólo por ser mujer

“Al trabajar como preceptora en un colegio, con un compañero varón, teníamos que entregar unos presupuestos. Yo los entregué con cuatro meses de anticipación y fueron muy cuestionados y él lo entregó dos semanas antes del proyecto y no le dijeron nada”. (Preceptora).

Ser madre es un problema

“Trabajo dentro de la administración pública provincial y, estando en grupos de personas para elegir ascensos o roles dentro de los equipos de trabajo, me han dicho que no porque soy mamá o porque posiblemente en los próximos años vuelva a ser madre. Eso es como un punto en contra para poder estar en lugares de toma de decisiones”. (Empleada estatal).

“Me echaron para contratar a un varón”

“Trabajé dos años en un camping y siempre en trabajos de temporada están obligados a volver a llamarte, pero el tercer año cuando me comuniqué con los encargados de volver a contratarme me cortaban el teléfono una y otra vez. Después me enteré que no atendían mis llamados y me habían dejado sin trabajo para contratar a un hombre en mi lugar, porque no era suficiente, siendo mujer, para cubrir ese puesto”. (Guardavidas).

Odisea por una guardería

Cuando estaba embarazada de mi segunda hija ocupaba un cargo importante en la administración de justicia, el mismo que ostentaban 47 varones. La guardería quedaba a 20 metros de la oficina. A meses de que naciera mi hija, decidieron descentralizar y me asignaron a una localidad de difícil acceso y sin guardería cerca, argumentando que era la más idónea para el puesto. Todos los días tenía que tomar un colectivo con mi beba en brazos, el cochecito y una vianda para su alimentación. La dejaba y caminaba siete cuadras más, tomaba otro colectivo, y luego otras nueve cuadras hasta la nueva oficina. Cómo mi horario de trabajo se extendió a nueve horas y me subvencionaban solo seis de guardería, tenía que pagar las otras tres horas de mi bolsillo”. (Justicia).

Discriminada por la ropa

“A los 19 años era estudiante de derecho. Entré a trabajar en el ámbito público y como tenía problemas económicos siempre me vestía igual para ir a la oficina, con el mismo jean y el mismo buzo. Un día mi superior me convocó a la sala de audiencias y desde el estrado, mirándome desde arriba, me dijo que me convenía estudiar psicología. Le contesté gentilmente que por el momento no estaba en mis planes estudiar la carrera que él despectivamente me sugería. Me molestó mucho lo que me dijo, sentí que abusó de su posición de poder frente a mi condición de piba de clase media baja. La vida pasó, hoy tengo 50 años, me recibí hace tiempo y ahora me toca ocupar un cargo jerárquico similar al de ese señor. Nunca se borrará de mi memoria ese recuerdo que me introdujo en los micromachismos tan propios del mundo laboral al que pertenezco”. (Estudiante de derecho).

Estas son algunas voces que narran un fenómeno generalizado que, en diferentes escalas, atravesaron casi todas las mujeres. La Defensoría encara a diario un fuerte trabajo para eliminar estos episodios de maltrato, para lo que lleva adelante un curso de capacitación en género y violencia laboral, participa en campañas sobre la temática y realiza aportes para generar o mejorar protocolos sobre esta problemática.